Hasel

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Ahora al que quieren meter preso es al pobre Hasel, un pésimo poeta y un rapero muy malo que cuando éramos soviéticos nos hacía corear cachitos de la revolución que teníamos pendiente al salir de clase. Comentan que lo van a enjaular nueve meses por enaltecer el terrorismo y meterse con el rey que ya no lo es, su familia y algún político de derechas (como si los hubiese de otra clase) en una canción y 300 tuits, o algo así. Vamos: que lo encarcelan por hablar.

Desde que me enteré, no dejo de pensar en Felipe VI y Juan Carlos I (uno sentado en el suelo del vacío salón del trono español (dirección: Palacio Real de Madrid) y el otro paseando su cojera por la penumbra de algún hotel forrado de mármol en Oriente Medio). Ambos han de estar, seguro, rumiando su enfado con Hasel por lo que dijo de la FAMILIA a.k.a. los Borbones de España en la canción que estos jamás escucharon pero nunca dejan de oír. Pobres reyecitos lindos que no descansan entre sus sábanas de seda, a los que las frases obscenas de Hasel atormentan en la ducha de agua caliente que no deja rastro ni facturas o en medio de las cenas familiares interminables y pesadas (porque los clanes reales sentados a la mesa ocupan una ciudad entera) que han de soportar de vez en cuando. Cuánta pena y qué poquita gloria contiene un rey difamado. Cuánta alegría habrá en la Zarzuela a estas horas, después de conocer la feliz noticia: el monstruo se convierte en preso y, en cuanto pase el impacto mediático de los primeros días, próximamente, en olvido, que es lo mismo que volverse nada.

Luego está lo que estará pensando Hasel que, lo mismo que un hombre enfermo que sabe que pronto ha de morir, tiene que aprovechar los diez días de gracia que la Audiencia Nacional le ha concedido para presentarse voluntariamente en prisión. Debe de ser muy duro saber que vas a ir a la cárcel por hablar, por escribir o cantar. Siempre me he preguntado si es peor estar preso por un delito que no cometiste o por uno que sí. Nunca he logrado esclarecer si pesa más el castigo injusto o la culpa. Lo único que tengo claro es que Pablo Hasel será de los que sufren la primera de las penas y que es una ironía que este hombre que tanto se ha metido con el liberalismo vaya a ir a prisión por una de las pocas cosas buenas que trajo ese sistema: ejercer la libertad de expresión.

Mientras tanto, la opinión pública se divide entre los sensatos y los idiotas. Los sensatos claman contra esta injusticia y los idiotas la vitorean.

Si yo, o sea: un cobarde, fuese Hasel ya hace tiempo que me hubiese ido al exilio. Pero este rapero es una persona de ideales firmes y ha decidido quedarse en casa, o sea: en la primera trinchera, para hundirse hasta el fondo en el barro de la justicia, que no es otra cosa que la cárcel. Con el asunto así, Hasel va a tener que pasarse encerrado lo que dura la creación de una vida, los nueve meses de un embarazo, de los que, lo mismo que un niño, saldrá cansado, triste y con ganas de llorar.

Lo peor de todo es que muchas de las cosas que dijo no son más que frases periodísticas, algo parecido a la información, o a la verdad.

Le debe mucho la lucha obrera, a Hasel. No tanto por el contenido y la forma de sus canciones como por la fuente de concienciación constante que ha sido desde que empezó a rapear. Muchísimos adolescentes no se hubiesen acercado al marxismo o los movimientos revolucionarios si sus letras de combate no existieran. Hasel fue un captador de conciencias que consiguió, a través de temas simples y feos, que el invasivo ego de la juventud mirara a algo más lejano que su propio ombligo y las modas somníferas . Yo no sé cuántas veces he cantado, sin venir a cuento y en las situaciones menos indicadas, la frase «Estoy volando como Carrero Blanco».

No tengo ni idea de a cuántos conciertos de Hasel acudí. Lo que sí recuerdo es que aquél chaval se subía al escenario muchas veces sin un DJ que samplease sus canciones y era él el que tenía que parar entre un tema y otro y acercarse al ordenador portátil que llevaba consigo para reproducir la siguiente base. Creo que eso, una pasión tan peleada, esa música de andar por casa, se merece, como mínimo, algo de respeto y el apoyo de los críos que ya no somos.

Lo otro, lo de la libertad de expresión, ya sí que le atañe al mundo entero y, sobre todo, al sentido común: callar ahora quizá sí que sea hacerlo para siempre.

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